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Diseccionados los partidos políticos por la motosierra de la realidad.

 El PJ y la UCR Corrientes se disputan el podio de la perversidad vergonzosa que afectan a las instituciones fundamentales del sistema democrático tal como lo expresa el 38 de la CN. 


Ambos intervenidos, a la carta y orden de los espacios más determinantes de cada sector político, tras el maquillaje institucional, el resultante no es más que elocuente; el remedio terminó, a la postre, peor que la enfermedad. 

El PJ tenía la díficil tarea de hacer algo peor con el distrito Corrientes de las acciones de los últimos años. El milagro sucedió. Ni siquiera el sector interno del Cristinismo (con la cámpora y aliados) pudo amagar a una supuesta lista de unidad. Consagrada la pantomima, los principales referentes de lo más granado del sector K, pretendió emular renunciamientos, denostando de paso, el accionar histórico de Eva Perón décadas atrás. Un grupúsculo de dirigentes de Paso de los Libres, se hizo cargo del partido y de las candidaturas, cuando en verdad siquiera tienen la envergadura para confeccionar una lista de concejales en la propia Paso  de los Libres. 

La UCR, extrañamente, cayó en la afección generalizada. A gusto y placer, del Gobernador Valdés, el presidente del partido nacional, el Senador Lousteau, le intervino el distrito para evitar más fugas y escándalos que surgían con un grupo de diputados nacionales bajo la categoría de "radicales con peluca" por la proximidad de estos con Javier Milei. 

Pocas semanas le duró la lealtad a Valdés. No tuvo empacho, en incinerar públicamente al Senador Eduardo Vischi, a quién le ordenó, primero que firmara un proyecto para crear una comisión investigadora ante el libragate, para negociación mediante y horas después, obligar al legislador a que vote contra su propia firma y proyecto.

Tanto la Cámpora cómo Valdés, lograron detonar sus partidos nacionales y exhibirlos ante el escarnio y la vergüenza pública. 

El PRO, de Mauricio Macri, en medio de la crisis con el sector de Patricia Bullrich, que no muestra la misma determinación ministerial en sus acciones políticas (no termina de pasarse a la lIbertad avanza como alguno de los suyos, o disputar desde adentro del partido que presidió hasta ayer) resolvió intervenir el distrito Corrientes, como para dar una prueba más de lo que sostenemos. 

En la libertad avanza, aún no se termina de resolver sí darán la batalla cultural o la electoral, o ambas. El representante cantado y obligado, fundador del determinante club de la libertad, se cansa de expresar que no será candidato. En tal renunciamiento, esté sí, paradigmáticamente más parecido al de Eva Perón, es indisimulable, la incomodidad del diputado Almirón a incorporar a sectores o actores que se sienten convocados por la gesta presidencial. El Senador Camau Espínola, proveniente de la actividad deportiva, esgrime un razonamiento acertado. No son tiempos de partidos, sino de individuos. Tal como sucedió con Milei, con lo que pretende hacer en CABA Horacio Rodríguez Larreta. Extrañamente, encuentra más tensión dentro del espacio que podría representar con grandes chances de un buen desenvolvimiento electoral. Bien podría Almirón, ser el Intendente de Corrientes y conformar la lista de concejales de la Ciudad con todo su equipo, incluyendo familiares y amigos, pero sin razón aparente, más que la obstinación, por el momento pretende ir en contrasentido de los vientos liberales del ahora que señalan, precisamente que está disuelto lo colectivo que representaban los partidos y tal como reza la definición liberal no existe la sociedad sino los individuos. 

Los partidos de la provincia, también caen en la disección y pulverización de la motosierra del aquí y ahora. 

Mientras esto se escribe, las hormigas de ELI, se reunirán para fijar posición con la excusa de festejar más de una década de existencia. Disponen de un diputado de la nación, a quién los llamados medios nacionales aún consideran de la UCR. También de un ministro en el gabinete de Valdés, con quién exhiben profundas diferencias de un tiempo a esta parte. Todo el arco político sabe que el principal objetivo de este espacio se encuentra en ganar el Municipio de Goya, de dónde es oriundo su fundador y por lo que pretende entronizar a su sucesor. Cualquier declaración que realicen en las próximas horas pondrá un mínimo de claridad ante tanto caos y desconcierto del que son parte y ayudan a profundizar a expensas de lo que la sociedad necesita. 

El partido popular del Vicegobernador Pedro Braillard Poccard, dió cuenta de lo expresado y se propone la colosal tarea de convertirse en un partido nacional. Sabrá su fundador, el riesgo que asume de ir a contracorriente del panorama actual y tal vez por ello, y sin más margen que asumir tal desafío, y como pocas veces, se lanza a una aventura con destino incierto y sin reaseguro. 

Los fundadores de la democracia, tenían el principio de que sus representantes políticos, tuviesen "areté", es decir virtud individual o a consideración de Platón, fuesen los más sabios o los mejores. 

Que nuestros políticos emulen a los griegos, sería demasiado, cómo dicen los más jóvenes; un montón. Al menos, bien podrían no ofrecernos los peores, los más afectos y adictos a las prácticas más oscuras y bajas de los partidos políticos, que ellos mismos se encargaron y se encargan, de haber transformado y transformar en los sótanos más hediondos y putrefactos de la comunidad. 

Escuela Correntina de Pensamiento. 

El derecho de la derecha de establecer las reglas de juego o el quiebre de las mismas.

 




Concediendo que las categorías del (no) entendimiento de la política no pueden ir más allá de izquierda y derecha haremos el siguiente discernimiento tanto en lo respectivo a lo posible como a lo deseable. 

Quiénes parten de consideraciones generales para abordar los aspectos políticos tendrán por lo general una inclinación más a la izquierda que aquellos que aborden los aspectos de lo común desde la óptica de la consideración individual. 

Los que confíen sin remilgos en la posible predisposición bondadosa del sujeto antes que la intermediación del temor o la especulación también tendrán tal predisposición. 

Sumaremos a los que sientan, demuestren o narren, que las prioridades de lo público deben estar orientadas siempre a resolver antes que generar, a distribuir antes que recaudar a invertir antes que acumular. 

Se construye por tanto una superioridad moral ya expresada por quiénes habitan en tal espacio decoroso moralmente y políticamente correcto para los ámbitos comunicacionales, educativos e intelectuales de las sociedades occidentales. La famosa posición "políticamente correcta" de situarse en el otro, cuando en verdad es despojarlo de su autodeterminación y derecho a que expresa una posición concreta, antes de que se la asuma previamente, bajo la excusa de la representación, siempre acorde a los valores democráticos y sus legitimidades electorales (aquí habría que preguntarse cuán legítimo es que alguien despojado de la posibilidad de comer, sea obligado a ceder, es decir votar, a sus gobernantes o representantes).

Finalmente recubre la escisión de ambos campamentos, un telón romántico de una juventud interminable que apuesta a la posibilidad antes que a la realidad donde una disposición a la vejez o la senectud se apropia de quiénes deben arrumbarse a la derecha de las cosas. 

Sí toda la aventura de lo humano discurriera por el deseo, a nivel político en la izquierda están los que asumen tal pretensión y en la derecha los que aún no han dado cuenta de la misma. 

En este punto recae la actual sorpresa que deparan los movimientos políticos de derecha que se granjearon el apoyo de "jóvenes" que dislocaron aquella concepción existencial que nació en el mayo francés. Las actuales generaciones ya no pretenden ni lo imposible, ni el futuro, desean, en el caso de que lo hagan por motu propio, lo asequible del aquí y ahora, por más que sea algo reducido, mínimo o estrecho. Habría que agregar también, que desean, más bien que aquel otro no tenga lo que ellos tampoco pueden tener. Esta posición existencial-política, define el "ethos" de las juventudes inclinadas a la derecha. No creen ni necesitan creer en un mundo mejor o para todos, en todo caso, pretenden que sí el mundo es hostil e inaccesible para ellos, también lo sea para la mayoría de esos otros (por lo general, representantes políticos o intelectuales situados en la izquierda, agrupados en la categoría de "casta"). 

Por esta misma razón es que en tal sector, la acción política queda siempre difuminada, en una suerte de ventisca fantasmagórica, que apenas por breve tiempo intercede en la realidad efectiva o en lo realizable. Por más que sea más activa, que gane las plazas y calles, siempre fresca en constituir mayorías independientemente que sean minorías que en el fragor de la expresión se hacen escuchar callando a los demás. Esta es la reacción, a la que acude la derecha actual en el poder. Empoderada, incardinada en la legitimidad democrática de sus triunfos, arremete con toda la consideración cultural que se agrupa detrás de la definición "woke". 

Políticamente es inobjetable. Jurídicamente, recurrible, pero no descartable, filosóficamente esperable (entendiendo desde un punto hegeliano, dónde el acontecer alumbra luego de las disposiciones de tesis y antítesis, o de acción y reacción), eso sí en el ámbito de la filosofía política, es dónde se genera el gran dilema. 

La izquierda apunta siempre al universal sistema, a lo súper-estructural que en última instancia funge como excusa perfecta cuando los indicadores numéricos encienden las alarmas que en tren de perseguir el ideal, pasa inadvertido el día a día, el momento a momento, de tantos que pierden posiciones en los vagones y se caen de la formación por los maquinistas, que frenéticos toman todas las curvas por izquierda. 

Bajo este mismo "espíritu" de izquierdas, responden entonces, ante la avanzada de la derecha en el poder, esgrimiendo la paradoja de la tolerancia "un concepto filosófico, de Karl Popper que sugiere que, si una sociedad extiende la tolerancia a quienes son intolerantes, corre el riesgo de permitir el eventual dominio de la intolerancia, socavando así el principio mismo de la tolerancia". 

La derecha en el poder, hace, "doma", arremete y no se detendrá en el campo de las formas (del que se validó electoralmente y en el que reina en redes sociales y agenciamientos de coyuntura) llevando el escenario al estadio actual en el que no pocos caen sorprendidos. 

Así las cosas, tal como la disponen y comprenden los políticos e intelectuales, no podremos continuar con la democracia, tal como la venimos experimentando de un tiempo a esta parte. Sobrevendran discusiones acerca del derecho a la resistencia o la sedición y en el caso de que tales disquisiciones llegan a los estrados judiciales, se llegará a que la cuestión la defina el menos democrático de los poderes del estado: el judicial. 

Que la última instancia de las tensiones republicanas y por ende democráticas, acabe en la mesa de roble o de nogal, de un alto tribunal, para que los que no han sido votados, voten por mayoría simple, sí una norma proveniente de las entrañas del pueblo mismo, del líder del ejecutivo, votado para gobernar, habiendo sido tratado en diferentes instancias en un parlamento, constituído por representante, que están allí por mandato popular, es para Waldron, como para quién esto escribe, la cabal muestra del gobierno de los jueces. O lo que expresábamos años antes que el autor citado, que la última ratio de las democracias, es el mojón del poder judicial, tal cómo ocurrió en Argentina, el 10 de septiembre de 1930, con la acordada de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que se constituyó en la doctrina jurídico-legal de los gobiernos de facto, y que a casi 100 años de ello, apenas, y muy pocos, cómo en este caso, ponemos en evidencia, para desterrar, filosófica y conceptualmente que la acción política jamás debiera ser un asunto del judicial, al que además habría que repensarlo no necesariamente como poder, sino como una mera administración de lo que pueda considerarse justo.

Redefinir la democracia se constituye en el elemento central en que debieran concentrar sus energías y disposiciones los actores tanto de derechas como de izquierdas. 
 
Caso contrario, las disputas de un no-entendimiento de lo democrático, como el actual sistema agotado en el que sobrevivimos, lo dilucidarán jueces, en el mejor de los casos, y con sus tiempos y formas aborrecibles o la imposición por la fuerza del poder más primigenio que se detona en las guerras o en el enfrentamiento en las redes, en el éter con drones o en las disputas a sangre en las calles. 


Por Francisco Tomas González Cabañas.

"Que el poder judicial deje de fallar"



Debemos interpelar a las autoridades constituidas y legitimadas por el voto popular, a que en un plazo perentorio de 30 días corridos puedan informar a la población el grado o nivel de funcionamiento que le adjudican al poder judicial estableciendo para ello las categorías de: buen funcionamiento, regular funcionamiento y mal funcionamiento.


Solicitar a las mismas que argumenten o profundicen la argumentación por haber brindado tal categorización al funcionamiento del poder judicial, entendiendo que éste busca una noción de justicia sintetizada en la máxima de Domicio Ulpiano de dar a cada quién lo que le corresponde.

 

Exigir a todos y cada uno de los miembros del poder judicial que puedan realizar el “giro democrático” renunciando para ello, a las prerrogativas o rémoras pre-republicanas que los posicionan en un sitial por encima del plano ciudadano, haciendo uso y abuso de privilegios insidiosos que percuden el tejido social.


Recomendar en este mismo sentido, que en caso de no ser una respuesta de cuerpo, se constituyan en acciones individuales por parte de integrantes del poder judicial que entiendan y comprendan que la democracia también llegó a tal poder instituido. Para ello se podrán acoger al retiro o la jubilación en la edad indicada, pagar las tasas, impuestos y contribuciones sin excepcionalidad y por sobre todo ajustar sus haberes en relación a la cantidad de casos específicos y concretos que tratan, resuelven o sobre los que dictaminan.


Plantear un desarrollo de un marco teórico de la noción de justicia, tanto en sus límites o fronteras con otros conceptos lindantes como venganza y resarcimiento, e indagar a ultranza a los efectos de sí finalmente la justicia cómo poder constituído puede, y en tal caso, debe, permanecer, independiente o sin el influjo de los otros poderes o incluso de las mayorías que se constituyen circunstancialmente y sin traducción la representación clásica.


Recomendar en la actual dinámica del poder judicial, los institutos de: revocatoria popular de magistrados (previa demostración de mal ejercicio) otorgamiento final (luego de los procesos de preselección) de las magistraturas por intermediación del azar o sorteo y plebiscito no vinculante ciudadano para determinar cada cierto tiempo (dos o cuatro años) el funcionamiento integral del judicial como poder del estado al servicio de la población en arreglo o acuerdo a una noción de justicia puesta en práctica en los términos de un aquí y ahora dados.  



A lo largo y a lo ancho de Occidente, desde que el principio de inocencia, se sostiene, casi caprichosa y capciosamente, para el funcionariado político que accede a tal condición por lo electoral, nos despertamos con las noticias acerca de denuncias, de idas y marchas, judiciales sobre tal o cual presidente, legislador, gobernador, intendente, concejal o cualquier tipo de figura política, que asumiendo un rol en el manejo de la cosa pública, se aprovechó, abusando y vejando, la legitimidad de la representación, que siempre y por definición es crítica, para lograr una ventaja personal, que casi siempre se corresponde con una acumulación de bienes materiales o el provecho puntual y específico para obtener un goce que puede ser espiritual pero obtenido mediante la vulneración a la confianza pública que se le ha depositado, para que sea fiel a finalidades colectivas y no facciosas o personales.


Arrecian tanto en las redacciones de medios de comunicación, tradicionales como en redes sociales, los datos, más o menos cercanos con una verdad, siempre a probar, y que nunca alcanzará en tiempo y forma a dictaminar justicia, tanto sobre el acusado, como para el colectivo afectado; sus representantes. En el mejor de los casos, las fuerzas políticas, que se turnan por cabalgar o comandar estas denuncias de “hechos de corrupción” como lo llaman o sindican, inocente o cómplicemente, redactan algún que otro proyecto, para que en caso de ser probado el acto de corrupción los bienes sustraídos, vuelvan al erario público.

Como si fuese un capricho del destino, y por más que nos obstinemos a no creer en clases, se esfuerzan para que las pensemos como tales. La radical importancia de lo sustraído no es el bien, por más que este se valúe en cientos de millones. Lo que se roba un político habiendo accedido por voto popular a su función es cierta confianza pública, horadando, percudiendo, con su malandrismo, al sistema democrático mismo, de allí que establezcamos la tipificación de este delito como democraticidio.

Queda al margen la discusión sí el hombre de estado, tiene que predicar con el ejemplo, y hacer de su vida un testimonio, por intermedio de sus acciones, y por tanto, gran parte de su vida privada, es precedente de su comportamiento público. Queda afuera también la aporía sí el poder corrompe (una persona honesta, se convierte en lo contrario al acceder) o sí el poder devela (alguien que se queda con 10 centavos de un vuelto mal otorgado, es un corrupto en potencia con intenciones de desfalcar al estado). Nos ajustamos a la realidad, todo puede ser, hasta que en el ámbito público, no se desate un escándalo, no importa sí el que accedió es pederasta o criminal, sí fuera de modo contrario, al menos se debería hacer un test de personalidad a los funcionarios. Lo gravoso de este derrotero, es que no es únicamente, lo lesivo, la producción del escándalo, sino lo que se genera luego o para decirlo más claramente, lo que se viene generando, con la sucesión de escándalos de nuestros políticos, a lo largo y ancho de Occidente, habiendo birlado la confianza pública, vejándola, para obtener pingües posicionamientos sectoriales, beneficios espirituales o materiales.

¿No cree acaso usted que el descreimiento hacia lo democrático está vinculado directamente con los actos de corrupción, que se transmitieron en vivo en los diferentes medios de comunicación, casi desde el momento mismo de producido, o desde la denuncia, hasta el estado de no justicia, de no cierre, o de sospecha permanente que casi siempre quedó en el éter, cuando un político fue juzgado?


¿Y quiénes o cómo se eligen a los magistrados? Antes de la forma republicana, el poder incuestionable del rey, que dimanaba de autoridades incluso celestiales o superiores no permitía duda alguna de designar o emplazar a los magistrados. Allí nace la figura del "defensor del pueblo" tan inúltil por simplemente hacer una copia de tal institución en naciones sin haber tenido experiencias monárquicas. 


Debiera constituirse la figura del defensor ante la magistratura que tuviera como principio que de esa "familia judicial" o la constitución de la misma, no tenga familiaridad o vínculo con hombres y mujeres actuantes en la política o que hayan tenido experiencias en los poderes legislativo o representativo. Ninguna hija de alguien que haya sido, legislador y que alcance el cargo de juez, podría contar con una legitimidad democrática o republicana que accedió a tal lugar por otra cosa que no sea por las artes de su padre, o que tenga, incluso muerto o extinto este, una carta o manuscrito que así lo detalle y que se pueda dar a conocer a la opinión pública en un momento dado, por citar un ejemplo.  


Quien invoca algo que rompe el estado de normalidad, debe probarlo («affirmanti incumbit probatio»: ‘a quien afirma, incumbe la prueba’). Básicamente, lo que se quiere decir con este aforismo es que la carga o el trabajo de probar un enunciado debe recaer en aquel que rompe el estado de normalidad (el que afirma poseer una nueva verdad sobre un tema).En la academia, el onus probandi significa que quien realiza una afirmación, tanto positiva («Existen los extraterrestres») como negativa («No existen los extraterrestres»), posee la responsabilidad de probar lo dicho. Entre los métodos para probar un negativo, se encuentran la regla de inferencia lógica modus tollendo tollens («que es la base de la falsación en el método científico») y la reducción al absurdo.

¿Acaso, por más que sea lamentablemente, no es normal es decir lo probado, lo sospechado, lo que se cree (¿no es esto el verdadero sentido de lo justo, lo que se cree?) en relación a que un político nos roba o se aprovecha para su beneficio de su condición de tal y lo anormal, que se maneje honestamente y no se aproveche, lo anormal y lo que debería ser probado?.

Como pudimos comprobar, el mismo principio de Onus probandi, es el que podría sostener también la modificación que sostenemos. Lo que se ha modificado es la circunstancia de la política que pasó de ser un concepto para gobernarnos a un modo de sobrevivir.

Todos y esto sí es universal, somos responsables, de hacia dónde estamos dirigiendo al mundo, por tanto nunca señalamos lecturas clasistas, el político, que puede ser cualquiera de nosotros, arriba a su condición de tal, no por su expectativa de conducción colectiva, de su vocación por el bien superior, o su aspiración al bronce de la historia o su poder de abstracción. El político quiere acceder a una posición de tal, para primero cambiar su realidad personal. Sí esto no lo terminamos de asumir, terminaremos con la democracia y caeremos en el escalón más bajo de una lucha de todos contra todos, en los reinados y reductos de la violencia como última o primera razón.


“– Es fama -dijo – que puedes quemar una rosa y hacerla resurgir de la ceniza, por obra de tu arte. Déjame ser testigo de ese prodigio. Eso te pido, y te daré después mi vida entera.– Eres muy crédulo- dijo el maestro-. No he menester de la credulidad; exijo la fe.” (Borges, J.L “La rosa de Paracelso”)

“La confianza solo es posible en un estado medio entre saber y no saber. Confianza significa: a pesar del no saber en relación con el otro, construir una relación positivas con él. La confianza hace posible acciones a pesar de la falta de saber. Si lo sé todo de antemano, sobra la confianza. La transparencia es un estado en el que se elimina todo no saber. Donde domina la transparencia, no se da ningún espacio para la confianza” (Chul Han, B. “La sociedad de la transparencia”. Herder. Barcelona.2013. pág., 91).

“Las prácticas políticamente correctas exigen transparencia y renuncian a ambigüedades, con el fin de garantizar la mayor libertad e igualdad contractual que sea posible, de modo que ruede en vacío el tradicional nimbo retórico y emocional de la seducción” ( Illouz, E. “Porque duele el amor. Una explicación sociológica. Katz. 2012. pág., 345) 

En la necesidad de evidencias, aún no hemos acusado recibo del escándalo Sokal que demostró (cómo si hubiese sido necesario y posible asir lo imposible de determinar) que la estructura determina y condiciona la dinámica. Los límites del lenguaje, son el reconocimiento palmario que no tenemos mucho más que expresar lo que hace tanto.

No arribaremos, ni arribamos a lugar alguno. Fugar de nuestra finitud, es el fantasma mayor que construye nuestra psiquis para hacer lo soportable lo cotidiano. En la arquitectura de la angustia, moldeamos el curso y decurso de palabras para que sean validadas por esos otros en el arbitrio de un me gusta, de una manito con pulgar arriba o de una aceptación vía referato ciego. 

La verdad instituida no es ni más ni menos que la preponderante en un circuito de poder que delimita reglas de juego no del todo claras como tampoco absolutamente difusas. 

Lo evidente como condición necesaria de la transparencia y su suficiencia, impone un dispositivo en donde el resultante es la tarea del aquí y ahora. Nos transformamos, por acción u omisión en un algoritmo que dirá cuánto hemos acumulado en un contante y sonante que siempre nos será excesivo y por sobre todo, nos excederá. 


El común democrático, como conjunto de valores defendido y dimanado de los representados y gobernados hacia los representantes y gobernantes, no debe ser impuesto como verdad incontrastable, como sendero único o alternativa superior, sacra o divinizada. 

No necesitamos el derrotero de la prueba constante, el persistente proceso procedimental en el que estamos absortos desde hace tiempo, cuál ave de luz en un túnel oscuro. Así cómo no hubo discípulo para Paracelso en el cuento de Borges, tampoco habrá salida a la sociedad de control desde las letras, que distorsionan las estructuras y dispositivos, propuestas por el filósofo surcoreano, convertido por su nación de adopción y directivos editoriales, en una de las tantas sirenas a las que no escuchará el Ulises actual en que nos hemos transformado. 

El viaje como destino y la meta interdicta, sometida a consideración de los viajantes, en tal amarra encontraremos paz y templanza para discernir entre lo posible y lo imposible, entre lo conveniente e inconveniente, más allá de mentiras y verdades que no son más que dos humores distintos de un mismo cuerpo con necesidad de expresarse. 


Regresamos a la cita de Hegel, cuando determinadamente expresa que la justicia es el gobierno del pueblo, allí es en donde la política debe actuar, explícita y profusamente. La falsa independencia, que se le hubo de arrancar, a Montesquieu en una de sus vaguedades teóricas, debe ser puesta en cuestión. Debemos ajusticiar el concepto de que lo justo, puede ser patrimonio, de seres angelados, de semidioses griegos, los jueces, que, bajo la discreción, fallan, sin tener reparos, siquiera en esa supuesta ley que los ordena.


Definir lo justo, es la cuestión central y sideral, en que el poder político, debe concentrarse para que el pueblo, pueda tener una experiencia semejante, o cercana, a tener que ver, con que plantee sus intereses reales, y no dejar que les sigan engañando, bajo la mentira perversa de lo representativo.

Ufanarnos de nuestras faltas de falta, de nuestra nulidad de carencia, nos conmina en la profundidad ciega de lo incierto. En tal vacío intolerable, debemos demostrarnos, sin embargo, lo contrario. La palabra como posibilidad de conceptos, como intención de comunicación, crea el absurdo de que creamos sin ver ni de ninguna otra percepción que provenga de los sentidos. Precisamente en el sinsentido de los vocablos, de los signos, nace la significación, se entrelazan, disputan, aparean y replican los significantes. 

Nace la elucubración de lo ente, las representaciones de lo que somos y de lo que pudimos ser. Entendiendo el origen de nuestros deseos limitados, las verdades subjetivas, que nos sujetan y nos hacen sujetos, jamás podrían ser absolutas, eternas e inmutables. Tampoco lo otro, su opuesto, el relativismo desenfrenado que siquiera nos posibilita que nos entendamos. En tal anarquía donde se consuma la individuación, prevalece la disposición darwiniana de la supervivencia del más apto. 

Por tanto, aquí ofrecemos, sin más razones que las expuestas que las que expusimos y que seguiremos exponiendo, sin menos que otras tantas que se validan en recintos en donde el saber normativo, se regula bajo pautas de distribución de recursos, de grados académicos o de investiduras que pretenden vestir la desnudez primigenia de lo humano, un pliegue, una perspectiva, una posibilidad, que pueda ser considera para una construcción de mayoría ciudadana, siempre circunstancial como abierta al ensamble de críticas que se le puedan y deban realizar. 


“El error de prohibición es aquel que recae sobre el conocimiento del carácter injusto del acto, sobre su comprensión o sobre la intensidad de la ilicitud. En tal situación, el autor tiene la convicción del obrar legítimamente, sea porque considere que la acción no está prohibida, porque ignore la existencia del tipo legal (ignorancia de la ley), porque dé a una causa justificación o un alcance que no tiene o porque juzgue que concurre una causal de justificación que la ley no consagra o finalmente porque se considere legitimado para actuar” (Gomez L., J. O. Teoría del Delito. Bogota D.C. pág 125.  Ediciones Doctrina y Ley Ltda. 2003).


Cada uno de nosotros en nuestra condición de soberanos, al escindirnos de lo colectivo, para individualmente sufragar y suscribir con ello el contrato social y político en contexto denominado democrático, incurrimos, recurrentemente en un error de prohibición invencible. 


“Se llama error de prohibición al que recae sobre la comprensión de la antijuridicidad de la conducta. Cuando es invencible, es decir, cuando con la debida diligencia el sujeto no hubiese podido comprender la antijuridicidad de su injusto, tiene el efecto de eliminar la culpabilidad” (E. R. Zaffaroni. Manual de Derecho Penal. Parte General, pág. 543. Edit. Ediar 1999).


No se nos puede imputar a ninguna sociedad en general ni individuos en particular, lo que venimos ungiendo como gobernantes o representantes en las diversas aldeas bajo el significante de lo democrático. 


En lo que se denomina “sesgo de posibilidad” nos sujetamos a nuestro fantasma (en clave psicoanalítica) para soportar la realidad esquiva e incierta que nos propone el reflejo de nuestra fragilidad. Queremos creer, nos terminamos convenciendo que lo hacemos porque lo deseamos y porque no nos queda otra, en las nuevas-viejas ilusiones de los que nos proponen gobernarnos y representarnos mejor. 


Sí aceptaremos el desafío que nos propone Nassim Taleb, desarrollaremos la posibilidad de fortalecernos por todas aquellas cosas que no pensamos que nos podrían ocurrir y que tienen más chances de que finalmente ocurran, dado que la realidad no se construye (y mucho menos una colectiva) por profecías auto-cumplidas. Es decir, nada ocurrirá por simplemente pensarlo o desearlo, básicamente porque los humanos somos contradictorios y ambivalentes por definición y constitución. Precisamente esta esencia indeterminada que nos sujeta a la égida de lo incierto, es lo que no podemos tolerar y para ello nos construimos los placebos de tolerancia, las pactos imposibles y los cotos de caza o zonas de confort que jamás serán tales, pero imperiosamente necesitamos creerlas o intuirlas de tal manera. 


Contradictoriamente, como no podía ser de otra manera, consagramos la validez o la invalidez de los actos, mediante la positividad del derecho y lo normativo. 


Es decir, sabemos que nada de lo que nos ocurre (de nacer hasta morir) tiene explicación o sentido lato ni universal, pero en el interregno de nuestras vidas, nos pretendemos manejar bajo lo que estaría bien o mal. Un ordenamiento taxativo, necesario, tal vez imprescindible, pero no justificado, teleológicamente, imposible de sostenerlo con argumentos. 


Tendríamos que estar habilitados a penar a las mayorías que votaron a gobiernos que resultaron perjudiciales para el total de los ciudadanos. Sin embargo, las mismas mayorías circunstanciales, alegarían la figura del error de prohibición invencible. 


Es decir, todos los que votamos alguna vez y seguramente, los que lo harán, tendrán encima de sí la posibilidad, sagrada de elegir mal o la peor de las opciones para gobiernos o representaciones. 


En caso de tener en claro, que el sistema democrático, no sólo no es el mejor de los posibles (desterrar este adagio nos permitirá pensar y más luego construir teóricamente para proponerlo en la práctica, sistemas mejores) sino que además propone no que elijamos a los mejores representantes o gobernantes, sino a los que menos daño nos podrán causar. 

Para los dirigentes políticos, asumir esta gran responsabilidad, los hará más criteriosos y virtuosos. 

En vez de proponernos como lo vienen haciendo, soluciones mágicas o fórmulas narcóticas, que terminan en un espiral de decepción que socava en grado sumo y progresivamente al sistema democrático, debieran pensar en estar a la vanguardia y reconocer que harán todo lo posible por dañar lo menos posible en la imposibilidad que representa el manejar todas las variables del fenómeno humano y ponerle la etiqueta de lo bueno, lo bello y lo justo. 

En caso de pretender una sociedad más democrática, el mejor sendero para ello es reconocer las faltas, las carencias, las imposibilidades y el reducido margen de acción que tenemos para actuar u obrar. En tales fugas, mientras menos daño hagamos (o nos hagamos) será más que suficiente. 

De lo contrario tendríamos (es decir sí creemos que podemos saberlo o conocerlo todo o en el afán de tal manejar el caos en vez de surfearlo) que estar penados, imputados, los que alguna vez votamos mal a representantes o gobernantes que terminaron siendo perjudiciales a las mayorías. 

La energía positiva o emocionalidad no es excluyente, la podemos y necesitamos tener, pero no bajo condición de ilusión, sino de esperanza, es decir a sabiendas que las situaciones no serán en calidad de una perfección inexistente, sino en la posibilidad de que nos haremos el menor de los daños posibles, que seguramente deba ser el más asequible y altruista fin de todo gobierno y representación. 

El pueblo, la ciudadanía, cuando pretenda, hacerse con el poder, debe ir por definir el sentido de lo justo o de la justicia, antes que elegir diputados o gobernantes, el votante, sea a través del voto o como fuese, debe elegir su forma (con jueces o de otra manera) de cómo, los intereses y las prioridades, se definen en relación al colectivo del que es parte, al contrato que lo tiene sujeto y que en letra chica y diminuta, siempre suscribe la palabra última, en donde se establece, finalmente, quiénes o quién, determinara lo que corresponde o no, y en este último caso, las penalidades que le corresponderían a los infractores o victimarios, como sustrato de lo político o de la máxima expresión del poder.


Por Francisco Tomás González Cabañas.-

De la constitucionalidad de la constitución actual.

 La controversia de larga data, en el ámbito de la filosofía del derecho, entre Hans Kelsen y Rudolf Smend, acerca de la identificación plena entre estado y derecho, esgrimida por el primero, y la interacción o dinámica entre las mismas, que arguye el segundo, no sólo que dejaron de nutrirse en el campo académico, sino que la falta de discusión percude, cuando no socava la integralidad de nuestras repúblicas, que se pretenden asentar sobre la determinación normativa de elementos sólidos como intangibles que operan como la constitución o la constitucionalidad. 



Un plexo normativo, dispuesto en la cúspide de un ordenamiento no sólo legal, sino también simbólico, no puede escapar a las interpretaciones o exégesis que cada miembro o grupo interesado le dé, sobre un determinado tema sobre el que verse o mande. 


La ortodoxia positivista que puede exigir tal imposible, se da de bruces con el afán mismo, que algo se constituya como lo primero y de allí dimane lo demás. 


A diferencia de lo que sucede con las matemáticas, en el campo de la sociedad (que no es lo social únicamente) el orden de los factores, sí altera el producto. Lo vemos en los tiempos actuales, cuando se pretende instalar el falso dilema o la exagerada cuestión acerca de la validez humana o de lo humano ante el desarrollo de la inteligencia artificial. 


En el ejemplo, de tanta actualidad, no se puede eludir que es innegable no pretender arribar a conclusiones o resultados, rápidos y efectivos, mediante el procedimiento, del algoritmo, o lo que tiempo atrás se dió en llamar razón instrumental.


Lo expresa muy claramente Jove Villares, D. En su artículo "Smend y Kelsen, estado como integración y problemas actuales": "Mientras la concepción kelseniana caracteriza a la Constitución como norma jerárquicamente superior dentro de las que componen el ordenamiento jurídico y parámetro de validez de las inferiores. La postura de Smend diseña una Constitución que es fruto del proceso de integración y, a la vez, medio y vehículo para mantener a la comunidad integrada y unida. Lo que le lleva a afirmar que, si se viera a la Constitución solamente en cuanto que norma jurídica, ésta carecería de cualquier relevancia y significado, sería letra muerta (Anu Fac Der UDC, 2020, 24: Pág. 79).


La actualidad política argentina, en relación a la tensión que genera para los otros dos poderes del estado, uno de ellos no elegido democráticamente (es decir por las mayorías o el significante pueblo), del ejercicio del poder por parte del titular del ejecutivo nacional, quién interpreta y pone en escena pública el mandato del soberano, es clara y determinante en relación a lo constitucional: La constitución de Alberdi, o sus bases o ideas más preeminentes, a las que refirió y refiere, no están presentes en la Constitución Nacional actual. 


Seguramente el Presidente de la Nación, por su formación económica, por entender el orden de prioridades a las que consagrarse en un primer término, entienda que aún no es el momento, de lo que creemos, consideramos y razonamos, es de una necesidad extrema y fundamental, de reformar la Constitución Nacional, para que en términos de Smend la misma se "integre" a los anhelos políticos que la sociedad expresó mediante su herramienta principal que es el voto popular, y que tiene todo el derecho, o mejor dicho le corresponde, de ratificarlo o en su defecto rectificarlo por la misma y fundamental vía de legitimidad, que es ni más mi menos, que el primero de los eslabones en cualquier sistema político que se precie de democrático. 


En el mientras tanto, seguirán siendo contínuas las idas y venidas, de lo que se da en llamar, apócrifamente, de la constitucionalidad o inconstitucionalidad, en el ejercicio del poder de un Presidente y su relación con el resto de los poderes, condicionado, por el mandato soberano que anida en el devenir o acontecer de sus  decisiones institucionales. 


Los teóricos, comunicadores y público en general (incluso los adeptos a ideologías, militantes de partidos o simpatizantes) pueden realizar sendos aportes en este sentido, que necesariamente será la discusión que nos debemos y que necesitaremos dar en breve. 


Lo que sucedió y suceda hasta entonces, no será más que meros formalismos que no pueden ser resueltos por ningún otro poder, hasta que el delegado por el soberano, vuelva a ser convocado, en una convención constituyente para dar su veredicto acerca de qué palabras deben tener prioridad en el reordenamiento simbólico y real que se ha dado a nivel político y que debe ser ratificado o rectificado a nivel institucional y por tanto constitucional. 



Por Francisco Tomás González Cabañas. 


“Antes que otro ministerio, así sea de ciencia y tecnología, necesitamos repensar los desafíos de una sociedad que requiere de más reflexión que de producción en serie o alocada”.

Sí uno expresa cupo generacional (como el cupo femenino pero para menores de 40 años), voto compensatorio (redefinición del contrato social para que el voto del pobre o marginal valga de acuerdo a lo que le debe el estado), demarquía (convivencia con lo electoral representativo, por intermedio de la cámara de dipunadores,) índice democrático (dotar a la democracia de elementos cualitativos para quitarle su cosificiación o aportarle la condición suficiente, complementaria para que lo democrático no quede en lo meramente electoral) o el gabinete en las sombras ciudadano (al estilo Inglés, pero no que surja de la oposición partidocrática sino desde la ciudadanía) está hablando de uno de los fundadores de la escuela correntina de pensamiento, Francisco Tomás González Cabañas, quién a meses de que su provincia vivencie otra elección a gobernador más allá de que recién asuman las autoridades nacionales electas hace semanas, reflexiona acerca de la cuestión “corrientes”, afirma: “nuevamente le están tendiendo la trampa al peronismo correntino, como expresión opositora, haciéndole creer o instándolo a una unidad partidaria, previa o imposible, lo único que puede ordenar y dar una posibilidad opositora, es que el sistema electoral, es decir la segunda vuelta, ordene la todas las expresiones que se quieran presentar en las elecciones 2021, donde se elegirán nombres y apellidos, mucho más allá de partidos y frentes”.  
 “Siquiera para los que están en el pináculo del poder, esta sistematización de la industrialización, esta concepción del trabajo como multiplicador automático de cosas o elementos seriados, puede seguir teniendo continuidad, a ellos, debemos terminar de convencer para que como humanidad, volvamos a redistribuir o discutir las condiciones para un nuevo reparto, de lo contrario no tendremos más mundo que haga posible la humanidad tal como la entendemos y vivenciamos”. expresa categóricamente Francisco en la introducción de una entrevista que aborda las cuestiones democráticas y electorales de la actualidad occidental. 

¿Qué es la escuela Correntina de Pensamiento?

Un rizoma horizontal que absorbe en su condición de tal, una cantidad inconmensurable de nutrientes intelectuales que escapan de dictados verticales. Es un lugar, indeterminado en un momento dado, en donde abrevan, se acendran prioridades políticas y sociales, que tienden a redefinir, reconfigurar algunas cuestiones instituidas que no vienen funcionando muy bien. La escuela correntina, nace en un lugar llamado Corrientes, que no casualmente, permite en su acepción ser una perspectiva de cómo entender la vida. Algo así cómo lo del principio Ubuntu, “yo soy porque nosotros somos” o el zapatista de tener un mundo en donde quepan todos los mundos, en definitiva es una corriente de pensamiento que niega la preponderancia de una por sobre otras y afirma la necesidad de que existan todas las corrientes posibles y que convivan, consensualmente. Lo único, raro, extraño, azaroso o inexplicable, y que creo es la razón por la que empieza a generar cierta curiosidad es que esta corriente, nace, caprichosamente, en una ciudad llamada Corrientes.

¿El índice democrático que conformaron, que objetivo tiene?

Ponerle un número a lo democrático. Venimos estudiando, o mejor dicho palpando, cotidianamente, como todo se reduce a la abstracción del número. Redujimos nuestra existencia real, a la ficción del número. Somos un número de documento, de seguro social, lo que cobramos, percibimos, cuanto es lo que podemos tener en un banco o guardado, la nota escolar o académica, lo que producimos en el trabajo, el canal de comunicación o la plataforma para entretenernos para evitar lo incierto o indeterminado que no puede ser numerado o cuantificado. Todo llevaba un número. Lo democrático también, pero en lo electoral. No en su definición o en lo que puede ser más allá de la elección. Las últimas experiencias, casi bonapartistas de autoritarismos electorales en diferentes partes del mundo, en donde la democracia se reduce, peligrosa como cínicamente, al porcentaje obtenido por el ganador, al número de cantidad de votos, debe ser discutido, no sólo conceptualmente, sino también desde la misma atrocidad que propone que es cuantificar lo democrático.

Esto fue lo que hicimos, entrar en las reglas de juego por más que no estemos de acuerdo con ellas o prefiramos otras. El índice democrático que estamos presentando en Corrientes, es un cuestionario de 9 preguntas y una entrevista, para los miembros del poder ejecutivo y otras 9 diferentes y entrevistas para los integrantes del legislativo. Es un cuestionario cerrado, que no permite ambigüedades, arroja un resultado por el cual se conforma un ranking. Es algo parecido a lo que hace el medio Inglés “The economist”, a nivel internacional, la diferencia es que nosotros hacemos público el cuestionario, es decir las preguntas, no existirán secretos u ocultamientos acerca de los parámetros que se toman para tal evaluación. Todas las preguntas tienen que ver con demandas de una democracia más transparente, más participativa, mas inclusiva, menos apocada, o extendida en su significante para que no termine representando nada o culmine en un acabose democrático del que creo que nadie puede desear o ambicionar.

¿Es riesgoso para la misma democracia o para el sistema, analizarla, criticarla a los efectos de redefinirla?

Creemos precisamente lo contrario. Lo único que los ciudadanos del mundo, debemos, tenemos y estamos urgidos a hacer , independientemente de la aldea democrática en la que vivamos, es en discutir, analizar, debatir cómo repartir, administrar, lo logrado, lo conseguido, lo generado. Es decir, debemos convencer a los miembros del club de Bildelberg o a los hombres detrás del poder o del sistema, que esto tal como viene presentándose no tiene mayor margen de continuidad ni conveniencia para ellos mismos y para la vida de placeres y goce que podrían tener habiendo acumulado lo que tienen. No tenemos, como erróneamente se pensaba en convencer a los que no tienen, o están marginados, de que se subviertan, pateen la mesa y lo incendien todo. Esa marginalidad no puede estar libre de sus propias limitaciones, de su propia indignidad de la que son tanto victimas como victimarios. Claro que nos puede generar pena, lastima, conmiseración o vinculación responsable o solidaria, pero no podemos exigirles que se liberen si no tienen las condiciones o los recursos para pensar en tal ámbito de libertad. Los que tienen que ser convencidos, y lo están siendo, son los que toman las decisiones, quiénes están detrás del poder. El mundo no acepta, no tolera, no puede seguir siendo sustentable, sí las masas, desean producir, industrializarse o multiplicar los trabajos maquinales y autómatas que fueron los elementos simbólicos de los sistemas que funcionaban hasta no hace mucho tiempo atrás. No debemos producir más, de lo contrario nos quedaremos sin mundo. En tren de evitar males o padecimientos, en unos pocos años los mayores casos de mortalidad serán por bacterias que resisten a las medicinas producidas y vendidas indiscriminadamente. Lo mismo con los envenenamientos en la agroindustria, tanto multiplicar el rinde, el resultante, terminamos multiplicando enfermedades terribles y malformaciones. Lo único que no puede ser multiplicado es el mundo en general, nuestro marco o zona de confort, del que estamos dejando retazos. Antes que sea demasiado tarde, debemos detenernos, repensar las formas de trabajo, de ingresos, y la única línea seria y lógica es que quiénes están detrás del poder se terminen de convencer que la administración, que el reparto, debe ser otro. A eso debemos apuntar los ciudadanos con libertad de pensamiento, a instar al reparto, a la redistribución de las riquezas generadas, no a seguir produciendo o industrializando riqueza ya que ello es imposible y criminal.


¿Tienen relación, vinculación, estas corrientes, redefinitorias de lo democrático, con los procesos políticos novedosos que vienen sucediendo de la primavera árabe a esta parte y la reciente explosión del barrio latioamericano?

Desde ya. Opera una lógica distinta a la usual, a la que venimos acostumbrados a escuchar. Es decir, no se tratan de órdenes que se cumplen o ejecutan. Volvemos al comienzo, como en todo, como en una cinta de moebius, pero desde otro lugar. Es un proceso rizomático, horizontal, son movimientos que no se perciben unidireccionalmente. Estas líneas incluso operan en tal sentido, con el significante del to apeiron griego, de lo indeterminado, de la botella en el mar, que será tomada por un navegante, en este caso de las redes, que lo tomara, lo reconvertirá, lo replicare desde esa nueva identidad que cobrara en sus manos para luego volver a reconvertirse hasta que entendamos que nunca estamos más humanizados cuando nos despojamos de todo tipo de pretensión totalitaria de pretender tenerlo todo bajo control, a sabiendas de someter a otros, para tal fin, tan ajeno y distante de la experiencia humana.
¿Quién ganará  las elecciones en su Provincia, Corrientes en 2021?
Eso es lo de menos, lo importante es que el ganador comprenda que lo será producto de una sociedad que necesita imperiosamente que se redistribuya con lo que se cuenta, que esos famosos cantos de sirena de mayor trabajo o industrialización no son más que engaños de un sistema que trasciende un humilde gobierno provincial de un país emergente. Es decir, que el próximo gobernador entienda que va lograr mucho más, en todos los sentidos sí en vez de procurar instalar una pastera o hacer cuarenta puentes nuevos, introduce el futbol como materia educativa, de forma tal que en los próximos años al menos cien chichos correntinos puedan vivir más que bien ellos y su familia, trabajando o jugando al futbol en las ligas Asiáticas por ejemplo. En vez de o mejor dicho, a la par de cualquier otro sistema de la razón instrumental que nos traerá muy pocas ganancias y menos sustentabilidad, que construya escuela de creativos, de youtubers, de influencers de tipos que le vendan al mundo sus conceptos, sus razones, sus formas de ver la vida, no productos ni multiplicación de los mismos dado que en un mundo cada vez menos apto para la automatización en serie, el trabajo va dejando de ser industrial tal como lo conocemos. En Europa ya se está discutiendo, es más hasta votando (Suiza) para que la gente no trabaja en la forma tradicional, dado que sí lo seguimos haciendo no conoceremos a nuestros nietos (proyecto de renta básica universal). Tal como expresaba Lacan, gobernar es un imposible porque se trata de hacer desear, el próximo gobernador de Corrientes debe rodearse de quiénes comprendan estos nuevos anclajes en donde la humanidad actual encuentra sus desafíos más recientes, como cruciales para que la correntinidad desee reencontrarse con sus valores, con sus manifestaciones más fidedignas más auténticas que estén alejadas de estos aspectos secundarios y nocivos que nos han instalado de una mera y huera acumulación por la acumulación, que deviene en una cosificación numérica de lo humano. Construir este nuevo hacer desear colectivo es el desafío por antonomasia del próximo gobernador correntino como de la clase dirigente y de la ciudadanía misma.
Luego de 20 años de gobierno oficialista en la provincia, y con el gobierno nacional, nuevamente peronista, ¿tendrá alguna chance, precisamente la oposición peronista en Corrientes, de romper el maleficio de medio siglo y llegar al poder?
La primera de las trampas ya está tendida. Le quieren hacer seguir creyendo sobre todo a los peronistas opositores, que ganarán alguna vez, en Corrientes, una elección, con la perversidad de andar recorriendo los barrios, para exclamar ¡que barbaridad! Ante los piojos de los gurises y el agua servida dentro de las casas, de nada sirve el avistaje de pobres, de andar recorriendo los barrios, sino se brindan soluciones concretas y específicas y esto no se logra sin la botonera del poder. Tampoco se puede, dado que ya se hizo con los resultados conocidos, andar haciendo una disputa de aparatos, del nacional contra el provincial, más que nada porque sabemos que la ventaja de este último es que condiciona al poder judicial, entonces allí tenemos un problema que se debe resolver con inteligencia, es decir entendiendo la batalla electoral, no como una carrera para andar mirando como los pobre se cagan de hambre, sino como una partida de ajedrez.
Lamentablemente, esto explica los resultados, es decir décadas de gobiernos bajo la tutela de Ricardo, no son muchos los ajedrecistas, yo diría ninguno, y los que queremos emerger o nos sentamos a dar las partidas, somos precisamente, atacados, furibundamente porquienes se nos dicen compañeros, pero esto terminará en 2021 en la medida que entendamos, sobre todo desde el gobierno nacional, que todos los que querramos construir un proyecto de poder político, sea por el sello que fuere, debemos ir con un solo acuerdo que determine que los que nos consideremos opositores al modelo de hambre, en caso de no ser los más votados en el espacio opositor, apoyaremos al que lo sea, es decir al segundo, y no mucho más, independientemente del nombre y apellido que sea y por supuesto del partido, que viene siendo y cada vez más, lo de menos, es decir una mera formalidad. En 2021, los pocos ciudadanos libres con los que cuenta esta provincia, tendrán que elegir entre nomás de 5 nombres y no será tan díficil, para el resto, como lo es siempre, prevalecerá los recursos que se consigan, es decir la financiación de la campaña, para alquilar las voluntades o inducirlos a que voten por uno o por otro, esta es la provincia que tenemos y que venimos construyendo, sino aceptamos esto mismo, seguiremos sin poder mejorarla un ápice, al contrario, la continuaremos empeorando y sólo saltamos a quejarnos de la misma, cuando nos toca de cerca, sería bueno que no desaprovechemos el próximo turno electoral y que como dice el dicho, nos juguemos por creer en mentiras nuevas, o en actores que demuestren que al menos se han preparado para el juego de lo democrático, y que no son meros oportunistas que van donde sopla el viento, o delfines tutelados que hablan de acuerdo a discursos que algún asesor pagado por el erario público le baja de algún buscador. 

No servimos para nada o del discurso de la utilidad y el servilismo.


No debe haber oportunidad en la que no haya escuchado, casi en todo inquisitorio, sí lo que está usted haciendo o dejando de hacer, sirve efectiva como fehacientemente para algo o alguien. El totalitarismo de esta concepción de las cosas, alcanza grados irónicos, o los pretende, suavizándose bajo tal barniz de la humorada, para descansar en frases harto repetidas como “agarra una pala o ponete a laburar”, cómo si, precisamente ese hacer algo que demanda, la sociedad de consumo, no sólo que tenga que ser tal, es decir incuestionable, sino además, casi exclusivamente, construida bajo el categorial de un supuesto trabajo sacrificial que demande un enajenamiento suyo, para que finalmente le corresponda algo por tal entrega a título de ofrenda.

Los países, sin embargo, que demuestran, salir del molde, es decir de las crisis de hambre, ajuste y falta de inclusión, son las que apuestan, precisamente a las aventuras de lo más auténtico, como esencial de lo humano, sus vetas intelectuales, sensoriales, artísticas y que promueven las ideas fuerzas creativas que más luego, se exportan, con éxito en las sociedades condenadas, a esos trabajos forzados que tienen  a sus ciudadanos bajo trato esclavo, labrando tierras o haciéndoles cumplir horario, para confirmar lo innecesario de pretender acotar el tiempo a una escala de reloj.
No debe ser casual, que las comunidades tanto con índices económicos como sociales y con escenografías urbanísticas más desarrolladas y modernas, le ofrezcan a sus integrantes, formas más amenas o relacionadas con lo más auténtico del ser humano, para ganarse la vida, que en los otros sitios, en donde la pobreza y la marginalidad, golpea tanto al que no tiene como al que tiene. Abundan, no solo los trabajos informales o sin ningún tipo de garantías sustentables de lo jurídico, para los que viven en comarcas medievales en donde hablar de capitalismo no sólo que es ilusorio, sino conjeturalmente impreciso y escasean, las posibilidades de ofrecer maneras de conseguir el reconocimiento social, por intermedio de la expresividad, del pensamiento o de la proyección, más allá de lo establecido. En sentido contrario, en las aldeas, en donde la declaración de los derechos humanos, de siglos atrás, se aplica un poco más ajustadamente, aquel trabajo, pasa a ser una suerte de arcaísmo refractario, dejando a sus masas de proletarios en las instancias de la reproducción en serie de los bienes en serie (valga la redundancia), quedando, como desde la época de su descubrimiento, la discusión en la plusvalía.
Que las clases dirigentes de ciertas comunidades, se pongan a la vanguardia de las necesidades que están al porvenir, determinará la suerte que corran tales sitios en el futuro inmediato. El diagnóstico es unánime, todos reconocen que nadie sabe cuáles serán los trabajos más rentados o precisados dentro de un par de lustros por delante.
Un primer paso, podría ser este, es decir, cambiar la perspectiva de creer que tendríamos que tener certezas unívocas en relación a lo humano.
Que no sirvamos para nada, para nada de lo que precisa un sistema de no inclusión y de desigualdad, debiera ser no sólo una posición, sino una obligación. El tener hombres y mujeres que se puedan encumbrar en posiciones de pensamiento y de reflexión, debiera ser un derecho que tengamos los ciudadanos para que desde tal atalaya, nos iluminen con tales pliegues de la razón y la sensación de lo humano, que a los gritos pide, dejar de servir, y sentir a flor de piel, algo más que las culpas y los azotes del látigo y las exigencias que a lo único que nos han conducido es al presente averno en donde somos cada  vez menos humanos, cuando más obcecamos ante esos supuestos trabajos que nos denigran en grado inversamente proporcional al que nos dedicamos.
                                                                                                                       



Comunicamos mal.



La prueba contundente de lo que afirmamos, es que en los tres poderes del estado, constituidos, como instituidos, se prescinde del concepto de comunicación que no solamente tiene relación con prescindir de servicios comunicacionales que le podría prestar un profesional o quién oficie de comunicador, para dejar tal tarea en manos de amigos, familiares o entenados, cuando no, ellos mismos, en modo selfie, emitiendo el certificado de defunción a la ya nefasta y fascista “gacetilla de prensa” para dar nacimiento a esta epocalidad de imágenes casi automatizadas de móviles inteligentes que capturan instantes vanos e intrascendentes y al ser replicados se transforman, en el sinsentido de la inteligencia artificial, en una noticia digna de ser avalada, compartida y vuelta a replicar.
Corregimos. En el poder judicial, es donde se observa más cabalmente lo que afirmamos. No se trata de intenciones o de moralidad. Es decir, los representantes de los poderes constituidos,  e instituidos (performativamente, bajo la excusa o la razón que lo otro es la ley de la fuerza), no es que dejan en las manos de familiares y amigos, la comunicación de los actos públicos, por una superchería de aprovecharse de la ausencia de normas que establezcan el reparto de la pauta publicitaria oficial (y en el caso de que existiera la misma, su aplicación taxativa o la aprobación que necesitarían los miles de proyectos en tal sentido) y por ende el establecimiento de un estado de derecho, donde se respete la libertad de expresión, y de tal manera, no pagan, como lo deberían hacer por comunicar, sino que bastarden a la comunicación misma, casi sin querer, como a sus familiares y amigos (creyendo que los están ayudando los someten a tareas para las cuáles no están ni siquiera con ganas de llevarlas a cabo), u ocupándose ellos mismos, cuál adolescentes viven prendidos, en las sesiones o espacios institucionales de los teléfonos móviles haciéndose autobombo o autopromoción, en una clara exaltación de lo yoico a niveles de turbación manifiesta.
El poder judicial, aún mantiene (pese a encuentros, foros y discusiones, saludables, pero que no logran aún lograr el pasaje al acto) el paradigma de que los jueces hablan por sus fallos o sentencias. Esta definición, tal vez roce aquello de su constitución, es decir cabría la posibilidad de que se constituya una suerte de foro ciudadano, o que en las aldeas en que no se dispuso, la integración de observadores o tribunales populares, en cualquier caso, que la modificación del paradigma, signifique la repercusión palmaria de que el servicio de justicia, retorna a sus fuentes, en ese viejo principio, cuando la justicia no se decía ni se pretendía “independiente” pero se forzada a dar a cada uno lo suyo.
Deberíamos atestar los posibles talleres, foros, encuentros, tertulias, congresos, para dotar a todos y cada uno de los integrantes del poder judicial, no sólo a suplir tal paradigma, sino a constituir uno que tenga que ver no tanto con las formas (es decir con el modo selfie o compartir de la red social que fuere) sino con el concepto de lo que se tiene que transmitir en este caso, en el judicial, que es de los tres, el poder menos visible, en su conformación como en su acción para el ciudadano común, incluyendo como expresamos la naturaleza de su supuesta independencia.
En el legislativo, como en el ejecutivo, como expresábamos la batalla está perdida. Sí lo pusiésemos en términos futbolísticos, estamos en el minuto 80 de juego, a 10 del final, perdiendo 3 a 0, con 1 hombre menos.
Basta con asistir a cualquier sesión plenaria, del cuerpo parlamentario que fuese en el vasto horizonte que nos otorgan nuestras aldeas democráticas, para dar cuenta que, hasta que no se expida una resolución que prohíba el uso de aparatos con el nefasto nombre de inteligentes, nos llevaremos la triste imagen de parlamentarios que parecen estar en una discoteca replicando imágenes sin sentido y por doquier. Así lo atestiguan sus diversas y distintas cuentas, que sólo parecen copias, de copias, de tantas imágenes, que ya ni se ven, dado que no se distinguen en ese mar latoso, de ego, que proponen y con el cuál invaden.
Tal vez estéticamente, la imagen no sea tan fuerte, pero normativa como conceptualmente, lo que sucede entre el poder ejecutivo y la comunicación es aún más siniestro.
No sólo que en contadas administraciones existe una norma que distribuya la pauta publicitaria oficial (dándole sentido al principio de la obligatoriedad de que los actos de gobierno sean públicos y por ende de considerar a la comunicación como pública) sino que en este poder del estado, sigue primando la absolutista, como fascista consideración de que lo comunicable, solo se puede generar, desde la gacetilla de prensa.
Quiénes creemos estar comunicando, tendríamos que tener la obligación moral, de replantearos que significa comunicar y sí es dable hacerlo en un sistema que propone, como en otros ámbitos que la comunicación, sea replicación o sistematización de capturas de imágenes intrascendentes, que volcadas a un dispositivo, se terminan transformando en noticia o en algo destacado.
Quiénes nos resistimos a ser replicadores, copiadores y pegadores, y por tanto, nos forzamos a ponernos en autocríticos, rever nuestras posiciones, salirnos de nuestras zonas de confort, además de todo esto, tendremos seguramente, el acoso, el señalamiento, como la indiferencia de quiénes creen estar ganando algo (como sí de ganar se tratara, en tal lógica en donde quiere hacer prevalecer el mercado, que sí compraste más barato y  vendes más caro le das sentido a tu vida) a expensas de destrozar la comunicación.
Una herida de muerte, en la que lacerados, caen en su mortal dolor, los que victimarios, en verdad son víctimas de las herramientas que se aprovechan de su inhumanidad. No pueden, han vendido esa posibilidad de preguntarles al de a lado, que le está pasando, pero sacan una foto, a un pasto crecido y obtienen más de 100 me gusta por tal engaño de esa inteligencia artificial, que de a poco les va sacando la posibilidad de volver a encontrar el alma y el espíritu, con el que fueron ungidos como seres humanos.